domingo, 14 de junio de 2015

Capítulo 2: El País de la Sencillez se despierta



            Deprisa, deprisa, brincando entre los coches, por medio de la ciudad, corría Landa sin volver la vista atrás. Apretado contra su pecho llevaba el bloc de dibujo y dentro del bloc cerrado empezaba a despertarse la Biblioteca del País de la Sencillez, la Zona Comercial del País de la Sencillez, las Escuelas del País de la Sencillez y todos los habitantes del País de la Sencillez, es decir, los Sencillos y las Sencillas.

            Cuando el bloc estaba cerrado, los Sencillos y las Sencillas se movían libremente por el País y se divertían como querían. Cuando alguien abría el bloc todos volvían a estar en el sitio justo donde Landa los había dibujado.

            Esa mañana los Sencillos y las Sencillas se despertaron con una noticia sorprendente: “¡Han desaparecido los Jardines, han desaparecido los Jardines y con los Jardines también han desaparecido Blun y Ríder!”. Eso decían los Sencillos y las Sencillas, eso se decían los unos a los otros hasta que la noticia llegó al Ayuntamiento del País de la Sencillez. Y la alcaldesa, que se llamaba Angelita Sin Alas, se paseaba por los salones de la alcaldía con una tristeza incontenible.

            -¡Angelita Sin Alas, no estés triste! -le dijo Fernando Reportero.
            -¿Pero cómo no voy a estar triste con la noticia que me has traído?
 -dijo Angelita Sin Alas.

            Fernando Reportero era el encargado de dar las malas noticias, solo las malas. A Fernando le dieron ese cargo porque acostumbraba a asustar a los Sencillos y las Sencillas con malas noticias falsas y Angelita, para tenerlo entretenido y que no molestara a nadie le dio ese empleo. En El País de la Sencillez nunca había malas noticias así que Fernando tenía muy poco trabajo, incluso llegó a presentar su dimisión, pero Angelita Sin Alas no la aceptó. Al contrario, le dio una medalla al Mérito Mensajero y Fernando se quedó en su puesto, delante de la emisora de radio esperando malas noticias de los Mares de la Sencillez o de la Expedición a la Estrella Dorada de la Sencillez. Hoy estaba especialmente nervioso porque era la primera vez que daba una mala noticia verdadera.

            -Es mi trabajo -dijo Fernando Reportero muy orgulloso.
            -Ya lo sé, ya lo sé -respondió Angelita Sin Alas, que no quería ofender a Fernando.
            -Tú sabes que soy el mejor dando malas noticias.
            -Sin ninguna duda eres el mejor -dijo Angelita sin Alas-, ¿pero tú estás seguro?
            -Segurísimo -dijo Fernando Reportero mientras se ponía recto como un militar.
            -¿No será una de tus invenciones? -dijo Angelita Sin Alas.
            -Ni mucho menos -respondió ofendido Fernando Reportero.
            -Perdona, Fernando, pero es que resulta tan increíble que hayan desaparecido los Jardines de la Sencillez -dijo Angelita mientras cogía el bastón de mando-. ¿Y no sabes cómo ha sucedido?
            -Dice María la Lechuza que cuando esta mañana, antes de irse a dormir, intentó entrar en la página del Jardín para oler las margaritas se encontró con que no estaba, que había desaparecido. Ni corta ni perezosa se subió a un poste de telégrafos y me llegó la desagradable noticia a través de la emisora de radio. Yo, sin pensarlo, corrí a comprobar si era cierto y, habiendo hecho las oportunas comprobaciones, vine al Ayuntamiento a comunicártelo.
            -Gracias, gracias Fernando -Angelita Sin Alas no paraba de pasear por el salón de la alcaldía.
            -Es mi responsabilidad -dijo Fernando Reportero mientras se señalaba la medalla al Mérito Mensajero.
            -¿Y qué dicen los Sencillos y las Sencillas? -preguntó Angelita Sin Alas.
            -¿Pues qué van a decir? Están desesperados. Sobre todo los de la perrera porque el Jardín de los Perros Titiriteros ha desaparecido también y ahora no saben a dónde llevarlos para que hagan su actuación.
            -¡Qué desgracia! -dijo Angelita Sin Alas-, ¡qué desgracia más grande!
            -Sí que es una desgracia -dijo Fernando Reportero- y no solo por los Jardines, sino además por Blun y Ríder.
            -Hay que encontrarlos, hay que encontrarlos -dijo Angelita Sin Alas mientras andaba aún más deprisa por los salones de la alcaldía.
            -Sí, ¿pero cómo? -preguntó Fernando y puso cara de pregunta.
            -Tienes que ir a hablar con el Álamo Temblón y con la Bicicleta de Agua, ellos son los únicos que pueden saber algo. Que te acompañe María la Lechuza -ordenó Angelita Sin Alas y dejó el bastón de mando dentro del paragüero, junto a los paraguas azules.

            Fernando Reportero salió del Ayuntamiento a paso rápido evitando a todos los Sencillos y las Sencillas que querían preguntarle qué pasaba, pero él no se detenía, tenía que encontrar a María la Lechuza, ¿dónde estaría metida? Iba con la cabeza muy alta, miraba muy fijamente todos los postes de telégrafos y los tejados de las casas. Sobre un tejado vio al Pájaro Mandarín.
            -Hola, Pájaro Mandarín -dijo Fernando.
            -Hola -respondió el Pájaro Mandarín, conocido entre los amigos como Mandarín a secas.
            -¿Sabes dónde duerme hoy María la Lechuza?
            María la Lechuza trabajaba de noche, revoloteaba por los cielos del País de la Sencillez, guardaba el sueño de todos los Sencillos y Sencillas hasta por la mañana y después se iba a dormir, pero María la Lechuza no tenía una casa, cada día dormía en un sitio diferente y solo Mandarín sabía el lugar exacto donde podía estar, porque él era el encargado de revolotear por los cielos del País de la Sencillez cuando ya había amanecido, él y su primo el Mandarín del Norte, y su otro primo el Mandarín del Sur, y su otro primo el Mandarín del Oeste, y su otro primo el Mandarín del Este. En el cambio de turno María la Lechuza siempre le comunicaba a Mandarín dónde iba a pasar el día por si la necesitaba para algo.
            -Hoy esta durmiendo en los límites del País de la Sencillez, en la Primera Página, junto a la Bicicleta de Agua -dijo el Pájaro Mandarín.
            -Precisamente allí voy yo -Fernando se hizo el rezagado, la verdad es que no le gustaba viajar solo-. ¿Te has enterado de la noticia?
            -Sí -dijo Mandarín.
            -¿Te imaginas que se pierda también la Página de las Cajas Llenas de Lazos Rebosantes? -dijo Fernando-. ¡Qué tristeza! ¿Verdad, Mandarín?
            -Sí, amigo mío -dijo Mandarín.
            -Ya no sabríamos cómo pasar los domingos -dijo Fernando-. ¿Te imaginas que desaparezca la Página de los Cines y con ella todas las Pastelerías y el Paraíso de los Juegos Inventados? ¿Te imaginas que desaparezca todo El País de la Sencillez, que no quede ni una página? ¿Te imaginas que nos quedemos solos y...
            -Basta, basta -dijo Mandarín-. No seas tan pesimista.
            -¿Cómo no voy a ser pesimista si Angelita Sin Alas me ha mandado a una expedición para que hable con el Álamo Temblón y la Bicicleta de Agua y ahora me encuentro solo, perdido, sin nadie? -dijo Fernando Reportero mientras sacaba un pañuelo y se secaba las lágrimas.
            -Venga, venga, te acompaño y así no estarás tan solo. Además podemos ir en Tórcer, verás qué viaje más divertido.

            Mandarín y Fernando Reportero llamaron a Tórcer, el coche que lleva a los Sencillos y las Sencillas de un lado para otro. Tórcer es un coche muy bonito, es gris brillante y tiene unos cristales transparentes. A simple vista es un coche normal y corriente, pero eso es a simple vista. Si te detienes a contemplarlo te darás cuenta de que más que un coche, él se considera el automóvil de la alegría, porque solo va a sitios bonitos. Cuando los Sencillos y las Sencillas se montan en él, de repente les entran unas cosquillas terribles y se ponen a reír a carcajadas.

            Tórcer es un coche responsable y circula despacio y deja pasar a los otros coches suntuosos o recién salidos de la fábrica que se ponen a demostrar todo el dinero que sus dueños han pagado para comprarlos. Tórcer nunca echa una carrera, dice que no le gusta competir y que prefiere que sus viajeros vayan alegres y tranquilos mientras ven pasar el hermoso paisaje del País de la Sencillez.

            Como no podían hablar debido a las grandes carcajadas de Fernando Reportero y a la sonrisa constante de Mandarín, hicieron todo el camino sin cruzar palabra. Tórcer también estaba contento, muy contento porque en este viaje iba a tener la oportunidad de visitar a su amiga la Bicicleta de Agua que era muy resbaladiza y tenía una hermosa cualidad que Tórcer admiraba mucho: Sabía contar historias de principio a fin, ordenando los hechos según hubieran pasado en el tiempo. Así todas la historias de la Bicicleta de Agua empezaban por la mañana y acababan por la noche, por eso también María la Lechuza era muy amiga de ella.

            En realidad en El País de la Sencillez todos eran muy buenos amigos, los Sencillos y las Sencillas dicen que no es difícil ser buen amigo y tienen un refrán muy conocido entre ellos que resume esa forma de ver la vida: “Para que un Sencillo sea tu amigo solo debes dejarlo que sea una Sencilla como ella quiera ser y no cómo tú quieras que sea.”

            Así que, cada uno a su estilo, iban felices de excursión hasta que llegaron al lugar donde debía de estar la Página de los Jardines y no, no estaba. Entonces, entristecidos, decidieron parar en El Bosque de los Árboles Distintos y comer algo, después visitarían al Álamo Temblón.

            Mandarín subió a una palmera y lanzó a Fernando Reportero un montón de dátiles y después se subió a un alfóncigo, (que es el árbol que da pistachos) y le lanzó otro puñado a Fernando Reportero y después se subió a un cocotero y lanzó tres cocos. Tórcer, Mandarín y Fernando se sentaron a la sombra de un eucalipto a almorzar.

            Disfrutaban de la comida y admiraban aquel tranquilo bosque de árboles distintos cuando a lo lejos vieron el exagerado movimiento del Álamo Temblón. Tórcer, ni corto ni perezoso, corrió hacia él y Mandarín echó a volar. Fernando también se acercó a ver qué pasaba.

            -Buenos días, Álamo Temblón -dijo Tórcer.
            -Buuuuueeeenononos dííííías -dijo el Álamo Temblón con evidente temblor.
            -Buenos días -dijo Mandarín mientras se posaba en las hojas redondas y temblorosas del Álamo Temblón.

            El Álamo Temblón agachó una rama en señal de respuesta y la rama que agachó era en la que estaba posado Mandarín. Mandarín cayó de pronto y por poco no se la pega contra el suelo si en aquel mismo instante Fernando Reportero no hubiera llegado y lo hubiera cogido entre sus manos.

            -¿Qué es lo que te pasa, Álamo Temblón?, ¿no tiemblas demasiado? -preguntó Tórcer.
            -Eeeees pooooor eeeeel teeeerremoto -dijo el Álamo temblón.
            -¿Qué terremoto? -preguntó Fernando Reportero.

            Es fácil de explicar que Fernando Reportero, aun siendo el mensajero de las desgracias, no se hubiera enterado del terremoto que ocurrió la noche anterior, y es que los Sencillos y las Sencillas son inmunes a los terremotos. El País de la Sencillez puede moverse bruscamente sin que ningún habitante se de cuenta de ello. Solo el Álamo Temblón es capaz de sentir los terremotos porque es muy sensible y sus hojas se mueven al más mínimo soplo de viento.

            -Uuuun teeeremotooo queee hubo al aaamaneceeeer y deeesspués huuubooo un huuuracán.
            -¿Un huracán? -dijo Fernando Reportero.
            -Sííííí.
            -¿Y de dónde venía el viento? -preguntó Mandarín.
            -De aallííí -dijo el Álamo Temblón.
            -¿De la Página de los Jardines? -preguntó Tórcer.
            -Eeefectivameeeente -respondió el Álamo Temblón.
            -¿Sabes que han desaparecido los Jardines? -dijo Fernando Reportero.
            -Algo de eeesooo me temíaaaa.

            El Álamo Temblón conocía muchas cosas, muchísimas cosas que los Sencillos y las Sencillas no habrían imaginado jamás. El Álamo Temblón conocía a los humanos.
            Cuando pasó la sombra de unos dedos sobre sus ramas supuso que alguien quería arrancar una página del País de la Sencillez. Y es que el Álamo Temblón no era un dibujo como todos los Sencillos. El Álamo Temblón era un recorte de una revista que Landa había pegado en el bloc, le había echado pegamento solo a su delgado tronco, la copa del árbol estaba libre y por eso sus hojas se movían tanto.
            Desde que lo recortó Landa hasta que apareció en el bloc recorrió un largo trayecto y en ese viaje aprendió bastante de los humanos.
            Él suponía que el terremoto había sido causado por cualquier persona que había cogido el bloc de Landa y lo había tirado por los aires y que el huracán había sucedido porque algún desaprensivo había arrancado una página. Y no andaba muy equivocado el Álamo Temblón.

            ¿Os acordáis como Sampo, Simpo, Sumpo y Sempo tiraron la libreta? ¿Os acordáis cómo después de hacerle a Landa que le enseñara sus dibujos arrancaron una página del bloc?

            El Álamo Temblón era considerado por los Sencillos y las Sencillas un poco fanfarrón porque a todos los que se acercaban a hablar con él les decía que él conocía el origen del País de la Sencillez y que él conocía la mano que los había creado a todos, a todos menos a él. Pero los Sencillos y las Sencillas no le hacían caso aunque sabían que él era el único capaz de sentir terremotos.

            Tórcer, Mandarín y Fernando se quedaron boquiabiertos. ¿Qué estaba pasando fuera?, ¿por qué alguien se había atrevido a hacer desaparecer del País de la Sencillez los hermosos Jardines?, ¿volvería a suceder? Tórcer no dejó que el Álamo Temblón acabara su historia, temía que quisiera contarles también su viaje desde el exterior y, sin pensarlo, arrancó los motores y llamó a gritos a Mandarín y Fernando para que se subieran.

            -Mandarín, Fernando, vámonos. Venga, vamos, tenemos que averiguar si la Bicicleta de Agua sabe algo más.
            -Noooo, eeeella nuuunca saaabrá naaaada nueeevo. Veeenid aaquí y os hablaaaaré de loooos humaaaanos y os contaaaaré mi viaaje desdesde el exteeeerior.

            Tórcer aceleró, él conocía bien esa historia del viaje y sabía que el Álamo Temblón no era como la Bicicleta de Agua que sabía contar historias con principio y fin. No, el Álamo Temblón no sabía parar y no le gustaba ponerle fin a la historia de su viaje porque se sentía muy orgulloso de él y además le gustaba escuchar solo su voz, conque no dejaba a nadie hacerle preguntas o pararse un poquito y escuchar la historia de otro.

            El Álamo Temblón se quedó solo y Mandarín y Fernando se marcharon deprisa montados en Tórcer. Cuando ya estaban en camino, Fernando y Mandarín se miraron a los ojos profundamente. No tenían miedo, los Sencillos y las Sencillas son incapaces de sentir miedo, pero en cambio sienten el doble de curiosidad que cualquiera de nosotros. Así que sus miradas reflejaban ese deseo de saber lo que pasaba y de saberlo pronto.

            Llegaron a la Página de las Carreteras de las Afueras y ahora tenían que elegir entre la carretera de chocolate negro, la carretera de chocolate con leche, la carretera de chocolate blanco y la carretera de tocino.
            Tórcer miró de reojo a Fernando y, decidido, se metió por la carretera de tocino. Fernando se sintió un poco desilusionado, pero hasta él mismo comprendió que era lo mejor. Fernando era tan goloso que se podía comer la carretera y dejar sin camino a Tórcer.
            Ir por la carretera de tocino iba a traer problemas, como todos sabéis el tocino es muy resbaladizo. Tórcer tenía que ir con cuidado, con mucho cuidado si no quería acabar en la cuneta de moras y fresas.
            Fernando miraba con melancolía las carreteras de chocolate, con mucha melancolía, y a Mandarín le dio mucha pena que su amigo sufriera de esa forma. Se echó a volar y en el pico le trajo un poco de chocolate con leche que era el que más le gustaba a Fernando. Tórcer sonrió por el espejo retrovisor.
            Viajaron durante tres o cuatro relojes de arena. El reloj de arena es la forma de medir el tiempo en El País de la Sencillez. Cada reloj de arena equivale a una merienda tranquila con una buena amiga o con un buen amigo. Y se puede decir que no estaba mal teniendo en cuenta que el Álamo Temblón se encontraba en la Página 13. Si calculáis bien, llegaréis a la conclusión exacta: ahora se encontraban en la Página 2.

            En la Página 2 se detuvo Tórcer, ya no podía más, estaba cansado, muy cansado y necesitaba... No sé lo que necesitaba. ¿Comer?, ¿beber?, ¿descansar?
            Fernando y Mandarín se preguntaban con curiosidad lo que necesitaba Tórcer y se lo preguntaban con el doble de curiosidad que cualquiera de nosotros. No les daba miedo empezar a andar hasta la Página 1, no les daba miedo atravesar la Página 2 sin la compañía de Tórcer y eso que la Página 2 no era muy divertida.
            En la Página 2 no había nada, se llamaba la Página Blanca, pero aunque no hubiera nada era muy fácil perderse, tirar para la derecha creyendo que es la izquierda o andar para el Este pensando que es el Norte, por eso les era tan necesario que Tórcer se echara a andar.



            Tórcer cerró los ojos y se quedó quieto.
            -¿Pero qué te pasa? -preguntó Mandarín.
            Tórcer permaneció callado.
            -Tórcer, anda, di que te pasa -rogó Fernando.
            Tórcer no se dignó a responder. ¿Qué le pasaba a Tórcer?




                                                  (Continuará en el Capítulo  3, titulado
                                                   Landa en la estación del tren.








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